Cuando aúlla el lobo de Curtis Garland (Juan Gallardo
Muñoz; Selección Terror nº131, Barcelona: Bruguera, septiembre de 1975; portada
de Salvador Fabá).
“Véskad sólo tiene una tradición, doctor: los hombres
lobo”.
Finales del siglo XIX. Un médico inglés, el doctor
Nathan Miller, llega al villorrio de Véskad, en las montañas de Köros-Nagy y en
la frontera entre Hungría y Rumanía, y se encuentra con que una serie de
mujeres están siendo brutalmente asesinadas por alguna bestia salvaje. Las
leyendas locales hablan de hombres que se convierten en lobo a la luz de la
luna llena gracias a un don proporcionado por el mismísimo Satanás. El alguacil
del pueblo no está acostumbrado a estas barbaridades, así que el bueno de
Miller tiene que echar una mano pues parece el único con luces suficientes para
investigar el caso sin recurrir a los fantasmas... y es que al doctor Miller no
le gusta nada que alguien esté descuartizando a las neumáticas mozas de Véskad,
tan de su gusto. Pero la cosa no es fácil, pues sospechosos hay como para
aburrir: el veterinario del pueblo es un tipo desagradable y aficionado a
coleccionar perros especialmente agresivos; y luego está el desgraciado
matrimonio compuesto por una sufrida dama y un químico condenado a la silla de
ruedas; y por supuesto, el buhonero epiléptico que, en cada ataque, corre como
un loco y aúlla por las calles del pueblo... Y por si faltaba leña, a Véskad ha
llegado un circo (uno de esos circos que tanto le gustaban al maestro Garland),
y el dueño es un sádico que se dedica a torturar a la guapa amazona de turno...
Clásico relato de “¿hay hombre lobo o no?” que es todo
ambiente: taberna transilvana, relatos de miedo a la luz de la lumbre,
enfrentamientos en la oscuridad, huellas de canes gigantescos, pelos de lobo
aquí y allá, y un tono que yo no definiría como hammeriano, pero casi (y no
resulta difícil imaginar a Peter Cushing en el papel de un doctor Miller que,
obviamente, terminará consolando viudas...)
En fin, una novelita agradable, clasicona y resultona.
(Otra reseña de este mismo título, en El Faro de Aqualung de nuestro amigo y colega Vicente Álvarez de Laviuda).
Qué ambientazo, el de Véskad... Parece una partida del juego de cartas aquel del "asesino"...
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