lunes, 20 de noviembre de 2023

Micro Reseña 120: Doctora Jekyll (Selección Terror nº33), de Curtis Garland

 

Doctora Jekyll, de Curtis Garland. Ilustración de Alberto Pujolar.

Proseguimos con la recuperación de micro reseñas perdidas, correspondientes a títulos aparecidos en nuestro volumen Hammer Horror de Curtis Garland. Después de Drácula 75 y de La noche de la Momia, le toca a Doctora Jekyll, publicada en Selección Terror nº33 (octubre de 1973). Ofrecemos a continuación el texto de octubre de 2019 y, justo después, algunas consideraciones de hoy.

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"Se vio. Se vio solamente el rostro. Un rostro insólito, increíble, estremecedor… Todo lo demás eran brumas, neblina rojiza, que invadía sus ojos como en un baño de glóbulos sanguíneos.
Y aquel rostro. Aquel alucinante rostro de mujer que el espejo le devolvía.
Era todo lo que persistía en su mente, mientras se hundía, como andando dentro de la niebla roja, hacia alguna parte de su delirante pesadilla".

 

En la vasta producción de Curtis Garland no podía faltar (ni, por supuesto, en Hammer Horror) la presencia de ese otro icono del terror, pariente cercano del Hombre Lobo, que es el Dr. Jekyll... y su doppelgänger malvado, el siniestro Mr. Hyde. Creado por el escocés Robert Louis Stevenson en 1886, este doble personaje, precursor del histórico Jack el Destripador, ha tenido una larguísima trayectoria cinematográfica, bien conocida por Juan Gallardo, que sin duda alguna se inspiró -una vez más: en el título, y poco más- en Dr. Jekyll & Sister Hyde (El Dr. Jekyll y su hermana Hyde, 1971), de la Hammer Films, dirigida por Roy Ward Baker. Pero, como es habitual en las aproximaciones pasticheras de Curtis Garland, en Doctora Jekyll prescindió de la premisa original del filme y se centró en, primero, "desvelar los verdaderos hechos tras la novela de Stevenson", y después, dar protagonismo absoluto nada menos que a ¡la hija del Dr. Jekyll! El resultado, como los afortunados lectores podrán imaginar, es excelente.

 


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11 de noviembre de 2023

Como ya he contado en otra parte, sin empacho ni vergüenza alguna, no sólo fui escritor precoz, sino que también, con toda la lógica del mundo, fui lector precoz. Entre aquellas primeras lecturas de la infancia, inauguradas con Viaje al centro de la Tierra de Jules Verne en 1982, se encuentra El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Para que nos hagamos una idea de lo que es tener seis, siete u ocho años: tengo grabada la imagen de llevarme mi edición de la novelita de Stevenson (la de Alianza) a la cama de mis padres un domingo por la mañana, y de terminar de leerla allí, primero entre mis dos progenitores y luego, cuando me dejaron a solas, a gusto entre las sábanas, la luz de la mañana entrando por la ventana. Mi comprensión lectora de entonces no era como para tirar cohetes, los años no pasan en balde, y la memoria lo que acaba reteniendo son impresiones, no largos pasajes. De modo que, si leí esa historia a tan tierna edad, también es cierto que he pensado en ella muchas más veces que en los títulos que me zampé la semana pasada o hace un año.

Esto significa que, desde entonces, tengo muy presentes a Jekyll, Hyde y Stevenson.


Mi edición de la novela de Stevenson. Me llevó AÑOS descifrar el montaje realizado por Daniel Gil para la cubierta: mitad hombre, mitad facóquero.

La impresión que recuerdo de la lectura es de que lo pasé bien, y que debía ir preparándome para leer Frankenstein de Mary Shelley y Drácula de Bram Stoker, que eran mucho más gordos. Por entonces, me preguntaba si existiría alguna novela del Hombre Lobo que fuera lo que hoy denominaríamos fundacional, seminal, la primera o la más importante. Alguno de mis hermanos me regaló El ciclo del hombre lobo de Stephen King, cuyas páginas (con ilustraciones de Bernie Wrightson) volaron, y de corrido cayó El misterio de Salem's Lot, que fue un regalo de reyes. (Y, claro, por entonces también leí El libro de las extrañas criaturas de John A. Keel).

 

Perdí mi ejemplar de esta joyita, que pasó por muchas, muchas manos antes de desaparecer.

De Jekyll y Hyde se me quedaron grabados a fuego los nombres de Utterson y Lanyon, y la sensación de que me habían contado mucho en muy poco espacio. Estoy seguro de que esa fue una de las cosas que me animaron a escribir, pues como cualquier niño, yo era impaciente y me interesaba hacer lo que tuviera que hacer lo más rápido posible. De esta lectura, y de otras varias (entre ellas, El sabueso de los Baskerville de Conan Doyle, en edición de Molino y traducción, claro, de Amando Lázaro Ros), surgió un relato "largo", manuscrito, que llevó por título "Mr. James contra el Castillo del Miedo". En la primera versión del texto (y única, pues lo que tiene son tachones y rectificaciones con lápiz), "Mr. James" era "Mr. Jeims", y el castillo no era del Miedo, sino del Terror: realicé la primera corrección por consejo de mi hermano Daniel, con quien empecé a aprender inglés no mucho tiempo después; la segunda, la del castillo, fue fruto de que llegó a mis manos Misterio en el Castillo del Terror, la primera novela de la serie Alfred Hitchcock y Los Tres Investigadores, obra del gran Robert Arthur. Me pareció intolerable que mi cuento se titulara casi igual que algo que ya existía. Así que, fue Castillo del Miedo. Y ya está.

 

El nº1 de la colección Alfred Hitchcock y los Tres Investigadores, escrito por Robert Arthur. La ilustración de cubierta es de Ángel Badía Camps.

Conservo el manuscrito, pero no lo tengo a la vista. Mr. James era un sosias de Sherlock Holmes sin paliativos, y creo que tenía algún ayudante (que no cronista). En el dichoso Castillo del Miedo había un hombre lobo, un monstruo creado por una tal "profesor Abraham" (mi doctor Frankenstein que, en mi mente, era igualito al Padre Abraham, el de los Pitufos), y un vampiro muy curioso, con un ojo de oro. Juraría que el chupasangres, auténtico villano de acción y puñetazos, se llamaba Mortimer, como el doctor James Mortimer que acompañó a sir Charles Baskerville a Baker Street. También había un lago y una quimera acuática o pantanosa, remotamente humanoide (porque era en parte pulpo, en parte lobo, en parte...), que dibujé y coloreé con todas las ceras Plastidecor que tenía a mi alcance, de manera que el monstruo parecía más bien una drag queen en un momento eufórico. Y estoy bastante seguro de que, si no saqué una versión de Jekyll y Hyde, fue porque no quería imitar la novela que acababa de leer.

Menudo pastichero chapuzas que estaba hecho...

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La adaptación al cómic de Néstor Redondo, según Ediprint (1982).

Pero estaba hablando de la novela original de Stevenson. Según mi memoria, entre la infancia y la adolescencia vi aproximadamente un millón de adaptaciones cinematográficas, y otras tantas versiones en tebeos. De las primeras, recuerdo una con Anthony Perkins, nada menos, que quizá fuera una producción televisiva (o no), como el Drácula encarnado por Jack Palance (que también hizo de Jekyll, me parece). Recuerdo haber grabado una versión en blanco y negro que no era la de Spencer Tracy. Recuerdo una tarde de verano en que la tele anunciaba para esa noche la ya mencionada El doctor Jekyll y su hermana Hyde; me quiere sonar que allí salían tetas y logré entrever alguna. Bien por mí. En el terreno tebeístico, propablemente me topé con alguna adaptación en cabeceras como Dossier Negro, Vampus, Rufus, y recuerdo y conservo el Vértice de Thor (volumen 2, número 4, creo), que contenía una versión realizada por Ron Goulart y dibujada por Win Mortimer. Me impresionó la versión de Néstor Redondo en la pequeña colección Libros Gráficos nº8, de Ediprint, publicada en 1982 y rápidamente saldada. Yo la conseguí en la Feria de Albacete, en el puesto de tebeos que ponía Ángel Vico "El Joven", padre del actual "Joven", que sigue en activo, pero ya no hace ferias de ningún tipo. (Curiosamente, el Jekyll de Redondo aparecería nuevamente en Estados Unidos, otra vez bajo el sello de Marvel).

La versión de Néstor Redondo, publicada por Marvel con portada de Gil Kane.

La otra versión de Marvel, la que apareció en blanco y negro en Ediciones Vértice, en su versión original, con portada, creo, de John Romita Sr.

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Doctora Jekyll es un pastiche de la obra de Stevenson. El personaje dual de Jekyll/Hyde, inspirador directo de La Masa (The Incredible Hulk, que es uno de mis fetiches favoritos) y de otros muchos monstruos de ficción, no ha dado tantos pastiches explícitos como Drácula o Sherlock Holmes, que se llevan la palma en el territorio de las "nuevas historias", "expansiones del original", y otras formas de mitología creativa. Existe un relato más o menos largo, bastante cercano en el tiempo a la novela de 1886, que lleva por título The Untold Sequel of the Strange Case of Dr. Jekyll & Mr. Hyde, firmado por un tal Frank H. Little y publicado en 1890, que el señor Miguel Ángel Wolfville tradujo al castellano para la revista Ulthar nº18, hace menos de un año. Y obviamente, todo el mundo recordará la película Mary Reilly, servidora del Dr. Jekyll (1996, con John Malkovich y Julia Roberts) que estaba basada en la novela homónima de Valerie Martin (1990); así como la miniserie televisiva británica Jekyll (2007), que contaba los avatares de un descendiente del doctor. Más reciente es la novela Hyde (2021), del escritor escocés de thrillers fantásticos y de serie negra Craig Russell, que no hemos tenido oportunidad de leer aún, pero que tiene muy buena pinta.

The Incredible Hulk nº1, por Stan Lee y Jack Kirby (mayo de 1962).


Una edición en castellano de la novela Mary Reilly, de Valerie Martin.

 

Hyde, de Craig Russell. Le hincaremos el diente...

 

Pero en realidad, Jekyll y Hyde han acabado por convertirse en comparsas o invitados especiales en crossovers, algunos de ellos tan multitudinarios como el cómic The League of Extraordinary Gentlemen de Alan Moore y Kevin O'Neil o la novela (inédita en castellano) A Night in the Lonesome October de Roger Zelazny. Y también aparece como principal adversario en algunos pastiches sherlockianos, claro; pero esto último carece de mérito, habida cuenta que Sherlock Holmes se ha enfrentado cara a cara con cualquier personaje de ficción imaginable salvo, de momento, el Pequeño Pony y, quizá, los Osos Amorosos. (Si alguien no cree esta afirmación, le recomiendo que eche un vistazo a Sherlock Holmes en España, por citar un volumen al azar). Incluso Waldemar Daninsky, el hombre lobo encarnado por Jacinto Molina, nuestro querido Paul Naschy, se las vio con Jekyll y Hyde en 1971.


La novela de Zelazny y la grandiosa portada de James Warhola. Por ahí está Jekyll...

Mr. Edward Hyde en The League of Extraordinary Gentlemen.

Un pastiche de Holmes y Jekyll, por Loren D. Estleman.

Waldemar Daninsky contra el Dr. Jekyll, bajo la dirección de León Klimovski (1971).
 

Curtis Garland realizó un muy gratificante trabajo con su Doctora Jekyll (en estos momentos no recuerdo otro pastiche abiertamente jekylliano que apareciese en formato bolsilibro), muy superior a la película de Roy Ward Baker, que supongo le sugirió la idea de feminizar a Hyde, pero el proceso físico del cambio de sexo. (En ese sentido, el concepto de la película resulta brillante, pues aúna el concepto de transexualidad con el de un desdoblamiento de personalidad, que es un tipo de trastorno psiquíatrico sobre el que aún nos queda mucho por conocer).

De manera que esta novelita tenemos a la joven Ivy Fletcher, en el Londres de los últimos años de la Era Victoriana, quien descubre que posee una herencia increíble: ¡es la hija del infame doctor Jekyll, cuyo nombre conoce todo el mundo por culpa de la novela de Stevenson! Y de forma simultánea, Ivy se ve envuelta en un trama de horribles asesinatos, que tienen la inconfundible huella del difunto Mr. Hyde... o ¿no será en este caso Mrs. Hyde?

Curtis se las ingenia para atraparnos desde la primera página con su sucia descripción de la Inglaterra decimonónica y las partes más oscuras de Londres y sus personajes más perversamente realistas, como sucede en sus novelas sobre el Destripador de Whitechapel, y nos lleva adonde le da la gana, nos siembra tantas dudas como certezas, y nos conduce a una de esas magníficas conclusiones, con redoble de tambores, una gran sorpresa y una explicación que, como en toda buena historia policíaca, es la última pieza del puzle.

Imprescindible.

Hammer Horror contiene Doctora Jekyll y otras seis novelas de Curtis Garland. Cuesta 28 euros.

 

martes, 7 de noviembre de 2023

Micro Reseña 119: La noche de la Momia (Selección Terror nº29), de Curtis Garland


Como ya hicimos con Drácula 75, recuperamos aquí otra micro reseña de octubre de 2019, perdida (desaparecida casi por completo) en el tráfago de proyectos, bitácoras y batallas contra la Red de Redes, así que no repetiremos la cantinela de cómos, dóndes y porqués. Como sucedía con aquella novelita, La noche de la Momia también apareció en nuestro volumen Hammer Horror de Curtis Garland. Y también, como de costumbre, aprovechamos esta recuperación para añadir unas reflexiones actuales. Pasen, están ustedes en su casa.

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"Los gritos se perdieron en el Nilo inmenso, sin ser siquiera escuchados.
Poco más tarde, el hermoso y esbelto navío velero, era solamente un buque fantasma, ocupado por muertos. Muertos que no se movían, ensangrentados en sus camarotes o en cubierta.
Solamente una figura alta, fantástica, envuelta en deshilachados vendajes, sin otros ojos bajo las rendijas de sus vendas que la oscura sombra de un rostro embreado y sin pupilas, se movía por cubierta como un ser de más allá de este mundo".

 
De esta magnífica novela, Alberto Sánchez Chaves, arqueólogo del papel popular, dijo en su artículo "El eterno despertar de la momia" (de obligatoria lectura) que se trataba de "una gran historia de Curtis Garland, el mejor homenaje posible que podía dar la literatura popular a la Momia". Y no podemos menos que estar de acuerdo con Sánchez Chaves, pues con La noche de la Momia (publicada en Selección Terror nº29, septiembre de 1973), Curtis Garland hizo lo más parecido a crear una "obra canónica", a partir de un personaje que, como el Yeti o el Hombre Lobo, carecen de un original literario, aunque sí tiene muchos antecedentes (u "obras candidatas al Canon) en autores del siglo XIX como Edgar Allan Poe o Théophile Gautier. Parece que la búsqueda del "Canon de la Momia", o al menos del arquetipo terrorífico, podremos encontrarlo sobre todo en las diversas producciones cinematográficas de la Universal entre las décadas de 1930 y 1940, y más tarde, en las célebres películas de la Hammer, realizadas en los años de 1960 (una vez más, con Christopher Lee de por medio). Tanto unas fuentes como otras son válidas, pero nosotros nos vamos a quedar con la aportación victoriana de Juan Gallardo Muñoz, que por derecho propio merece figurar entre los clásicos del género.
 
Primera entrega del folletín Historia de una momia, de Theóphile Gautier. Extraído de la Gaceta Universal (Madrid), 8 de agosto de 1879.
 
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5 de noviembre de 2023

Mis avatares con La noche de la Momia no son demasiado interesantes, salvo por el hecho de que mis primeros intentos de lectura de la novelita, allá por 2013, fueron fallidos y desafortunados y, tan sólo algunos años más tarde, hacia 2018, la devoré de un tirón y la celebré en la intimidad, tal y como merecía: iba a convertirse en una de las novelas reeditadas en Hammer Horror, junto con otras obras de Curtis Garland consagradas al Hombre Lobo, el Yeti, el doctor Jekyll (y Mr. Hyde), Frankenstein y Drácula.

Es muy posible que aquellas originales lecturas frustradas se debieran a la introducción del texto, ambientada en el Egipto faraónico, donde Juan Gallardo Muñoz describía una ceremonia de enterramiento en vida y castigo, y la subsecuente maldición. No soy aficionado a la novela histórica; mis conocimientos sobre el antiguo Egipto no alcanzan para jugar al Trivial Pursuit, y eso se debe a que mi interés por la Historia en general, y la Antigüedad en particular, ha sido siempre puntual y enfocado a hechos, momentos, fechas y situaciones muy concretas. Dispongo de un mapa mental que me permite buscar tal o cual dato, tal o cual fecha, tal o cual acontecimiento; pero cuando tengo que enfrentarme a referencias sobre las Guerras Púnicas, los emperadores romanos, las cabezas de los toros asirios o, como es este caso, los faraones y sus pirámides y sus momias, mi cerebro se va de paseo al País de las Maravillas de Erich Von Däniken y, en el mejor de los casos, me dice: "Ya buscarás la referencia en otro momento, posiblemente dentro de un par de años". Me pierdo cuando mi buen amigo y colega, el escritor José Miguel Pallarés, me relata detalles insólitos sobre la vida cotidiana y espiritual de los romanos y sus dioses lares en el año catapún, la vestimenta y armas de los soldados de a pie o el sistema de desagüe de los retretes de Pompeya, pero retengo la idea general del relato sobre Licaón, santo patrón de los licántropos.

Todas estas fallas mías abarcan la totalidad de la Edad Media (si me hablan de las Cruzadas, de templarios y de cátaros, simplemente me encojo de hombros) y creo que sólo me entero un poco de la película a partir de Alfonso X el Sabio. Y eso, porque ha pasado a la historia como autor (más bien, compilador) de obras literarias.

En fin: que envidio a los muchos amigos que tengo que saben Historia a lo bestia (saben tanto que imparten clases, visitan yacimientos arqueológicos, asisten a conferencias especializadas, viajan mucho y ven mucho), pero también es cierto que no los envidio tanto como para ponerme a estudiar. Ya tengo bastante con los siglos XVIII al XX, que me resultan más comprensibles y atractivos, por no mencionar el work in progress que nos ha tocado en suerte y que recibe el nombre de siglo XXI: menudo montón de películas de Oliver Stone (bueno, de los biznietos y tataranietos de Oliver Stone) que van a salir de aquí, y vaya cara de pasmo se le va a quedar a nuestros descendientes cuando descubran la clase de cretinos engreídos que somos. Eso, suponiendo que dentro de cien años queden seres humanos que sepan leer o entiendan el lenguaje cinematográfico.

Fin, y disculpas por el excurso. Volvamos con Curtis Garland.

Mi impresión definitiva sobre La noche de la Momia es que se acerca mucho a la categoría de obra maestra, la roza; y esto es por los motivos que expuse en 2019: porque esta narración se puede considerar tan canónica como La novela de una momia de Gautier o la película The Mummy (1932), dirigida por Karl Freund, con Boris Karloff en el papel de Imhotep.

Imagen extraída de El Heraldo de Madrid, 1 de marzo de 1933.

Quiero centrar mi atención un momento en el filme de la Universal, porque en mi opinión, fue el punto de partida de Curtis, del mismo modo en que es el punto de partidas de muchas películas posteriores, incluidas las de la Hammer Films.

Creo que fue mi amigo Arturo Botella el que me comentó, en una ocasión, que el Drácula de Francis Ford Coppola estaba basado, en realidad, en La Momia de Karloff. Y esa opinión tiene su punto, pues Coppola convirtió la novela de terror de Stoker en "historia de amor reencarnado", y de eso trata precisamente el filme de la Universal. No está de más recordar que Bram Stoker también publicó, en 1903, la novela The Jewel of the Seven Stars (La joya de las siete estrellas), donde también se trata el tema de la momia resucitada, y que quizá sirvió de inspiración a Nina Wilcox Putnam y Richard Schayer para su primer tratamiento de guión de The Mummy de Freund. He aquí una reseña de la película, extraída de El Heraldo de Madrid del día 1 de marzo de 1933:


 

Si no recuerdo mal, la novela de Curtis también contaba con una sacerdotisa, Hatharit (que no sirve a Isis, sino a Apophis), y el sacerdote Imhotep tiene su contrapartida en el faraón Ekhotep IV. Como es lógico, pues esto ya aparecía en Gautier, también hay una excavación arqueológica británica en Egipto, en 1890, y los detalles que en la película se relacionan con el Papiro de Thoth, aquí los saca el autor, como nos informa en sus notas al pie, de El libro de los muertos.

 


Pero La noche de la momia no es una historia de amor, sino de maldición y de venganza desaforada. Así, en el terreno terrorífico, le da cien vueltas al cinta de 1932, y la supera ampliamente con situaciones extraordinarias, como la invasión de momias que asola Londres en 1892. Además, el variopinto grupo de personajes relacionados con la arqueología, el saqueo, el British Museum, resulta mucho más rico que el de cualquier película sobre momias: damas victorianas de armas tomar, coleccionistas millonarios, aventureros de porte viril, los ayudantes egipcios que profetizan la desgracia... A pesar de mis reticencias iniciales, me encontré con un relato trepidante, oscuro, de trama redonda, y escrito por Curtis Garland en un registro que, como demostraría durante aquella década, era un maestro: el de la historia de terror de ambientación victoriana, en la que siempre acechaba la sombra de Jack el Destripador (así sucede en esta misma novela de momias), las calles se hallaban "charoladas por la lluvia", y la niebla se cernía sobre el Támesis de forma amenazadora.

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Las ficciones de horror fantástico sobre momias, que a fin de cuentas no son más que muertos vivientes envueltos en vendas, emparentados tanto con el vampiro como con el zombi, se diferencian de las que tratan a los otros monstruos citados en que, como condición casi sine qua non, debe existir la maldición. Lo cual nos aporta un enfoque mágico de este arquetipo, relacionado directamente con una civilización muerta y enterrada, junto con una religión olvidada que, como sucede con el paganismo europeo, pervive de algún modo en "la actualidad". No puedo menos que mencionar aquí algunas historias de momias que hemos rescatado, en su mayor parte por mediación del gran Óscar Mariscal, en la revista Ulthar: "Las momias de Burdeos" de Edith Nesbit (nº15), "Una momia azteca" de Charles B. Cory (nº16), "La momia funesta" (nº18), "La cabeza voladora" de A. Hyatt Verrill y "La Momia viene a por USTED" del que esto firma (nº19)... y más que están por venir. Y eso por no citar el volumen Flaxman Low, detective psíquico, que también está relacionado con la diosa Isis y contiene una excelente historia de momias...

 

Debo añadir que La noche de la Momia no fue la primera novela de Juan Gallardo relacionada con el tema, pues en 1960 escribió y publicó El signo de la Momia en el número 43 de la colección SIP de Toray: una historia en que trasladaba nuestro tópico al futuro alternativo donde operaba la Spacial International Police. Sobre esta novela y su relación con otras del Ciclo de Egipto de Juan Gallardo Muñoz, recomiendo la lectura de mi ensayo "Johnny Garland: el futuro que no fue", en dos partes, en Ulthar nº13 y 14.

Pero esto último es ya adentrarse en aguas demasiado profundas y, por ahora, será mejor que dejemos reposar los restos Ekhotep IV en su correspondiente sarcófago, debidamente cerrado y sellado, para evitar que la maldición caiga sobre todos nosotros...

Ulthar nº13. Portada de Sergio Bleda

Ulthar nº14. Portada de Sergio Bleda

 

sábado, 4 de noviembre de 2023

Micro Reseña 118: Drácula 75 (Selección Terror nº90), de Curtis Garland



Recupero aquí la reseña de esta novela de Curtis Garland, que escribí y publiqué el 30 de octubre de 2019, con motivo de la suscripción para publicar el volumen Hammer Horror, nº2 de la colección Horror Victoriano Extra. Como este texto ya no está disponible en línea (por avatares de la Red de Redes), aprovecharé este espacio y mi Cuaderno de Bitácora para recuperarlo, junto con otras reseñas perdidas. Y como imaginarán, Hammer Horror sigue disponible y a la venta. Visiten el enlace.
 
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"Así, amigos míos, no sólo es cierta la fantasía literaria de Stoker, sino que él se ha limitado a recoger leyendas y mitos de los eslavos amedrentados por la superstición que en estas tierras provocó la existencia real de uno de esos siniestros muertos-sin-descanso... La realidad, me temo, es mucho peor aún. Y puede llegar a amenazar, alguna vez, a todo el género humano".

Curtis Garland


Drácula 75 vio la luz en el número 90 de Selección Terror (noviembre de 1974), y es un muy buen ejemplo de por qué hemos decidido bautizar este volumen con el cinematográfico título de Hammer Horror: no hay duda de que Curtis Garland había tenido ocasión de ver en la gran pantalla Dracula AD 1972 (en España, Drácula 73, por la fecha de estreno), una producción de la Hammer Films dirigida por Alan Gibson, y protagonizada por Christopher Lee y Peter Cushing, en la que el Conde Drácula resucitaba en tiempos de hippies, discotecas, drogas y psicodelia estética... pero más allá del título, las comparaciones entre la película y la novela de Juan Gallardo Muñoz terminan ahí.
 

 
Una teoría muy extendida asegura que el vampiro Drácula, creado por Bram Stoker en la novela homónima de 1897, estaba basado en una caudillo valaco medieval llamado Vlad Dracula, conocido como "Vlad el Empalador"... y Curtis aprovechó esta información para reelaborar la leyenda, revisar la obra de Stoker y, por supuesto, traerla hasta el Londres de la década de 1970
 
"entre el denso tráfico de los automóviles, la contaminación, las discotecas ruidosas, los chillones trajes a la moda de Carnaby Street, y los hippies o los progresistas, deambulando por toda la ciudad, entre escaparates repletos de equipos de hi-fi o estéreo, discos de brillantes portadas, magnetófonos y cintas, televisores en color, videocassettes y todo cuanto forma parte de nuestro mundo actual y sus extraños y frívolos caprichos consumistas"...

Por supuesto, Curtis Garland ya había tocado el tema del vampirismo en dos novelas anteriores de ST (Mujeres vampiro, 1973 y Los dientes del murciélago, 1974), e incluso había demostrado que conocía de primera mano la novela de Stoker en sendas novelas de ciencia ficción de la colección La Conquista del Espacio de Bruguera (Vampiro 2000, 1971, y Vampyr, 1973) y también en un weird western (Drácula West, 1972). Pero en Drácula 75 fue donde se aproximó por primera vez (luego vendrían otras ocasiones, algunas de ellas especialmente gloriosas) a la figura del monstruo clásico de Stoker, tal y como lo conocemos hoy.

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Portada de Hammer Horror de Curtis Garland, realizada por Sergio Bleda.
 

1 de noviembre de 2023

Pasaron varios años desde que conocí la existencia de Drácula 75 hasta que, por fin, pude leerla. Según mis notas personales, eso debió suceder en algún momento entre 2016 y 2017, y no lo hice con el ejemplar original de Bruguera, sino en una impresión en papel, en A-4, realizada a partir de un archivo más o menos pirata de la obra. (Aún falta ese ejemplar en mi colección particular). Tengo recuerdos contradictorios respecto a mis impresiones tras la primera lectura de esta historia, y creo que la revisité varias veces hasta que, en 2018, hice una última lectura para corregir el texto y encajarla en el proyecto de Hammer Horror, uno de los volúmenes de Curtis Garland que me ha producido mayores satisfacciones.

Tengo el recuerdo del relato del viaje de un inglés por Transilvania, referencias al gobierno comunista de Rumanía, el descubrimiento de algunas viejas tumbas de los Drácula. Y una mujer. Y luego, un tour de force de regreso a Londres, diversos diarios, cartas, noticias de la prensa, crímenes, sangre... todos los recursos de la novela de Stoker utilizados para relatar que el creador del Conde Drácula se equivocaba... pero tenía toda la razón. Como es habitual en Curtis Garland, la historia, además, es un whodonnit.

Juan Gallardo era capaz de brillar como pocos en tan sólo veinte, veinticinco mil palabras. No me extraña que, después de mi experiencia con Hammer Horror, me pusiera por fin manos a la obra con Vampiros de Curtis Garland. Pero esa es otra historia, otro caso resuelto.

Portada de Vampiros de Curtis Garland, por Sergio Bleda.

lunes, 23 de octubre de 2023

Micro Reseña 117: Licencia de investigador (Punto Rojo nº533), de Curtis Garland

 

17 de octubre de 2023

En el mes de julio de 1972, Juan Gallardo Muñoz publicó, al menos, siete novelas; de ellas, cinco las firmó como Curtis Garland, y las otras dos eran westerns firmados por Donald Curtis. Está lejos de ser imposible que, precisamente ese mes, apareciera algún título más escrito por Juan Gallardo y publicado por las editoriales Alonso y Rollán.

Tan sólo con estas siete, publicadas todas por Editorial Bruguera, tendríamos un mes de verano magnífico que dedicar al estudio y los intríngulis de la carrera literaria de Gallardo Muñoz. Uno de esos títulos es El manuscrito del Destripador (Servicio Secreto nº1.145), que ya recuperamos en nuestro volumen Jack el Destripador de Curtis Garland. Otro título de ese mismo mes, que ha alcanzado cierto renombre entre los bolsilibreros y curtisólogos, es La Metrópolis (La Conquista del Espacio nº103), que servidor aún no ha leído.

Y también de julio de 1972 es el número 533 de Punto Rojo, Licencia de investigador, un abierto homenaje al hardboiled norteamericano, en cuyo frontispicio encontramos una cita de Ellery Queen hablando de Sam Spade, el prototípico detective creado por Dashiell Hammett.

Nuestro protagonista y narrador es Steve Caine, detective privado de New York que pasa a engrosar la enorme nómina de investigadores creados por Juan Gallardo (supongo que, un siglo de estos, intentaremos hacer un listado). De Caine sabemos todo lo que hay que saber: "No soy un ángel, ni tan siquiera un tipo excesivamente decente. Me gusta el dinero, y he visto siempre los billetes de menor valor por lo que, como humano que soy, no dudaría en hacer un puñado de cosas por ganar más y ver en mi bolsillo un puñado de billetes de mil. Aunque esas cosas no fuesen completamente honestas. Después de todo, uno se harta de ver que los demás no ponen demasiados remilgos en lo que hacen cuando se trata de ganar dinero". A esto hay que sumarle su afición por el alcohol y, sobre todas las cosas del universo, las mujeres bellas.

Y así, ya tenemos un arquetipo con patas y una Walter PP del .32 en el bolsillo. ¿Qué nos falta? La hermosa cliente viuda (rubia despampanante, joven y rica), que asegura haber visto a su difunto marido con una fulana... después de que el cadáver de ese caballero fuese incinerado. Hay mucha pasta para el honrado Steve Caine en lo que parece ser un sencillo caso de confusión de identidad. Pero de sencillo, nada, pues las huellas del "hombre resucitado" llevarán a nuestro detective al Club Vampyr, adornado con rostros de Drácula, murciélagos y luces fantasmales; y luego a la sede de una secta "esotérico zodiacal", comandada por el gurú que se hace llamar Profesor Zodiac, y que en mi opinión, está descrito como una suerte de Charles Manson que, en lugar de un rancho en California, tiene a su "familia" de jovencitas hipnotizadas y drogadas en un lujoso apartamento de Manhattan.

Así, entre pacíficas visitas a funerarias, clínicas privadas y pisos de prostitutas de lujo, Caine se encontrará con algún que otro muerto (ahora sí, bien muerto), con sus amigos del New York Police Department, con matones a los que Caine domina a puñetazo limpio, y... bien, todo lo deseable en un pastiche que, al fin y a la postre, tiene más resonancias de La maldición de los Dain (1929), por el ambiente ocultista que comparte con nuestra novelita, que de El halcón maltés (1930).

Un entretenimiento redondo y gratísimo que se lee con una sonrisa en los labios, una sonrisa que sigue impresa tras el punto final. Y eso es mucho para "una simple novela de a duro".



sábado, 21 de octubre de 2023

Micro Reseña 116: Holocausto para las bellas (West Cameron, o Cameron West, nº2), de Donald Curtis

 

 

 

2 de abril de 2023

Holocausto para las bellas se publicó por primera vez en el nº87 de la colección Agente Federal de Rollán, calculo que hacia noviembre de 1968, o puede que incluso diciembre, pues la obra tiene ambientación más o menos navideña, y termina el día de Navidad. La edición que yo he leído es la segunda (y última, por el momento), aparecida en FBI nº340 de Editorial Andina (1984), con una portada reciclada, mutilada y encajada en el antiestético diseño de Bolsilibros EASA. La portada original de 1968 (¿de Prieto Muriana, quizás?) es infinitamente más hermosa, tal y como señala el compañero Alberto Sánchez Chaves en su entrada sobre Agente Federal en su blog La memoria del bolsilibro (16 de marzo de 2020).


Estructuralmente, esta novela es casi idéntica a la muy posterior Melodía asesina (que acabo de leer): West Cameron (o Cameron West, que nunca queda del todo claro), un agente del FBI duro, que parece que va por su cuenta, sale a la palestra a ayudar a su amigo, un sargento de Homicidios de la Policía de New York. Hay un psicópata asesino matando a mujeres esculturales a golpe de cincel… y la pasma neoyorquina no logra encontrarse el culo con las dos manos. Y aquí entra el experimentado Cameron, que como él mismo dice, no es más inteligente que otros, pero sí más terco. Y poco ortodoxo. Así que tendrá que pasar por los estudios de escultores de Greenwich Village, entrevistarse con las hermosísimas y exhuberantes modelos que pueden ser blanco de esta "especie de Jack el Destripador" (en palabras de Cameron), y con un montón de beatniks que, en 1968, ya estaban un poco trasnochados, pues los hippies les comían el terreno rápidamente con sus flores, sus pies negros, sus chicas promiscuas y la música de la Familia Manson, que por aquel entonces era un pacífico grupo de melenudos establecido en el Rancho Spahn, en Los Ángeles.

La historia es simpática y está bien escrita, como siempre sucede con Curtis, pero no tiene el altísimo nivel de otras obras suyas, anteriores y posteriores. Lo cual no quiere decir que servidor no se declare fan de West Cameron.

Una nota bastante curiosa es que, según aprendimos gracias al gran Juan Castillo y su mítico blog Bolsilibros: Novela popular de Kiosco, Cameron había aparecido previamente en Los alucinados (FBI de Rollán nº927, publicada también en 1968); de modo que este título y el que tratamos aquí forman un pequeño díptico, cosa escasa en la amplia obra de Juan Gallardo Muñoz. (Por supuesto, hay otros ejemplos, como las celebérrimas novelas La muerte elige y Cerco de sombras, ambas de 1953, y con las que Juan Gallardo Muñoz comenzó su periplo bolsilibresco; o las aventuras del justiciero enmascarado del Far West llamado "El Ángel", que aparece en Cuando cabalgan los muertos y ¿Quién es el Angel?, de 1984).