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lunes, 6 de mayo de 2024

Micro Reseña 123: Amor y muerte e la tercera fase, de Adam Surray


24 de marzo de 2024

Éste era el bolsilibro favorito de mi difunto padre, Miguel López García. Recuerdo que tras su primera lectura, nos lo contó a la hora de la comida. Al parecer, algún detalle le había impresionado o le había parecido "muy realista", teniendo en cuenta que es una historia de extraterrestres (concretamente, de "primer contacto").

Imagino que lo que le pareció más "realista" a mi padre era el hecho de que la protagonista de la novela fuera una bellísima joven, disminuída intelectual, de la que todos los hombres se quieren aprovechar. Eso incluye, claro, a un ricachón seboso y sin escrúpulos que se lleva a la ingenua Janis a su pedazo de mansión junto al mar para jugar a los médicos y las enfermeras. Pero resulta que, nada más empezar con los viles toqueteos, suena la alarma del chalé, el gordo sale a ver qué sucede, ve una ovni, y cuando regresa a la casa para ejecutar su abuso sexual... la chica ha desaparecido.

Estamos en el lejano futuro de 1995 (la novela se publicó en diciembre de 1979, nº487 de La Conquista del Espacio, de Bruguera), y la verdad es que no se nota demasiado ese futuro: nombres de tejidos raros, la fusión de las fuerzas del orden de los USA en el CSC (Control de Seguridad Ciudadana, un nombre que atufa a distopía), y una Fundación Montgomery que ofrece no sé cuántos millones de dólares por la demostración irrefutable de la existencia de seres alienígenas. (La mafia intentó timar a la Montgomery con un ovni prefabricado. Eso, en sí, ya es una historia por contar; seguro que el mafioso de turno se llamaba Gary Salkow). Por lo demás, seguimos en nuestro mundo, los hombres se comportan como cerdos, y las mujeres también (salvo la pobre Janis, que es una santa).

Lo que empieza siendo una historia fuertecilla, por lo de los abusos sexuales, se va oscureciendo cada vez más con la aparición de personajes perfectamente odiables (como el padre de Janis, y luego, sus compinches, que parecen salidos de "La banda de los horripilantes" de Peter Debry), las rutinarias desapariciones de Janis, que afirma tener una sólida relación de "amistad" con alguien llamado Fishman, y el protagonismo de un héroe fornido, duro e imbatible, agente del CSC, abofeteador de damas descaradas y de fanegosos ricachones debiluchos. Cuando nos queremos dar cuenta, nos hemos metido en un precedente de la recordada película británica Xtro (1982), que como en los viejos relatos de Philip José Farmer, trata el tema de las relaciones sexuales entre humanos y extraterrestres. Y Surray no nos ahorra detalles desagradables, como el parto contranatura (voy a tener pesadillas con la trituradora del desagüe) o la sangrienta venganza de esta particular "criatura de la laguna negra que vino del espacio exterior".


Un disparate de cabo a rabo -clara respuesta del escritor a Encuentros en la tercera fase (1977) de Steven Spielberg, como se deduce por el título de Amor y muerte en la tercera fase- donde el final feliz de los bolsilibros, ese donde el chico y la chica se casan, se parece más al comienzo tradicional de una guerra termonuclear.

Es increíble que la obra de José López García (sin relación con mi padre), alias Adam Surray, no tenga más predicamento en los viscerales círculos de estudiosos y aficionados al splatterpunk, el tripeo y la serie Z, que nos ha regalado piezas irrepetibles en cualquier ámbito artístico.

Y ustedes se preguntarán: ¿qué clase de padre cuenta a la hora de la comida una novela como esta? Pues la clase de padre que ha educado a hijos como yo.

"Dichoso aquel que a los suyos sale", dice el refrán. Pues eso.

jueves, 19 de octubre de 2023

Micro Reseña 114: Lluvia sobre mi cadáver (Punto Rojo nº887), de Curtis Garland

 

17 de septiembre de 2023

La prometida de Douglas Rosefellow, joven heredero de una multimillonaria familia de la 5ª avenida de New York, acaba de ser brutalmente asesinada. Igualito, igualito que otra muchacha un año antes, una chica que había mantenido relaciones con Douglas. Ambas habían muerto bajo la lluvia, ambas a manos de criminales vulgares, de acuerdo con la policía. Pero Rosefellow piensa que hay algo más siniestro detrás de este asunto pues, por una parte, él sólo heredará la fortuna familiar, actualmente en manos de su severa madre, cuando contraiga matrimonio... siempre y cuando Douglas demuestre que está mentalmente sano.

Y la verdad es que Douglas... en fin, tiene sus manías, sus obsesiones, sus desmayos, sus ataques de pánico cuando escucha el sonido del trueno, sus curiosas amistades (como el dueño de una librería especializada en satanismo y magina negra), su clarísimo gafe con las novias y... Bien, la policía no le hace mucho caso cuando afirma una y otra vez que la lluvia tiene algo que ver con ambos asesinatos.

Así que, Douglas encuentra al azar el nombre de un detective, H. R. Normand, y al despacho que se va, a contratar a alguien duro, con recursos, profesional, implacable, inteligente, armado y con conocimientos de judo, karate y kung fu y lo que haga falta.

A Douglas lo atiende la espectacular pelirroja Honey, secretaria del detective, que toma nota en nombre de su jefe, escucha los desvaríos del cliente y, finalmente, acepta el caso. Pues Normand es Honey R. Normand, detective privada en un mundo de hombres que (etc., etc.).

Y desde aquí, saltaremos junto con el amigo de Honey, el periodista Clay Malone, a un desfile de pistoleros, exhuberantes actrices promiscuas, secretos familiares, conspiraciones y pizza en Angelo's.

Divertido, entretenido y correctísimo título aparecido en abril de 1979, en el que, una vez más (recordemos a la joven Vivian de La muerte ríe de noche, por ejemplo), Juan Gallardo Muñoz demuestra que las chicas también saben deducir, manejar un Colt (eso sí, pequeñito) y repartir estopa a base de bien. Recomendado para leer con el sonido de la lluvia de fondo, claro está.

La portada de Miguel García es buena, pero también es genérica y no se corresponde con ninguna escena de la novela que yo recuerde.