miércoles, 4 de septiembre de 2013

Micro Reseña 80: "Se alquila una pistola", Frank McFair


"Se alquila una pistola", de Frank McFair (Francisco Cortés Rubio; Punto Rojo nº557, Bruguera, 1973. Me falta la página con las acreditaciones y la fecha exacta de publicación, pero la portada es, sin duda, de Miguel García).

Entretenida (aunque algo flojucha) novela policíaca de Cortés Rubio, que vuelve al poco original tema de "bailarina (QUE NO HACE STREAPTEASE -por si alguien tiene dudas- sino que se limita a enseñar las piernas) en apuros", con un protagonista que no es tan duro ni tan pasado de rosca ni tan mikehammeriano como el detective Tom Cooligan de "Algo para las ratas"... más que nada porque Barney Keller es Agente del Tesoro y suele cazar a los miembros de la Cosa Nostra a la manera de Elliot Ness: por sus finanzas (aunque también a guantazos).

Avril Renton (cuyo verdadero nombre es María Boritski) es una bailarina de piernas perfectas, que elige a sus amistades masculinas por el rasero del dólar. Así que no es de extrañar que, cuando va a tomar una copa a casa de un contable bastante repugnantillo, se encuentre al poco rato (concretamente, tras una oportuna llamada a la puerta) con el cadáver de ese desagradable seboso en hall de la casa. A Avril no le gustan esos líos, de modo que pone pies en polvorosa y si te he visto, no me acuerdo.
Pero la policía no es tonta, así que la pillan, la interrogan, y la acusan de haberse cargado a ese tipo que en realidad es el testaferro de Barty Marino, el representante de la Mafia en la ciudad, y que pensaba colaborar con los agentes de Washington a cambio de una suculenta recompensa...
A todo esto, un senador (un político honrado a más no poder, personaje que me lleva a clasificar esta novela dentro del género de Fantasía Heróica o Literatura Especulativa Poco Convincente) entra al trapo del mafioso Martino y asegura que lo va a meter entre rejas. Y al poquito, el senador termina con una bala insertada en su cadáver por medios no quirúrgicos.
La bala que se cargó al contable y al senador corresponden a una Parabellum que tiene una larguísima historia detrás, y que se remonta a uno o varios crímenes cometidos en el seno del Ejército de los Estados Unidos durante la II Guerra Mundial... De modo que aquí no tenemos a un matón de la mafia enredado, sino a un astuto asesino profesional, cuya identidad es misteriosa, y que encima es un militar retirado...
Con todo esto, pero sobre todo con la maciza Avril Renton, tendrá que lidiar el agente Keller, que también tiene en común con Elliot Ness su afición por abofetear gángsters en público y sin la menor delicadeza.

Lo mejor de la novela, que no está mal pero tampoco es para tirar cohetes, es el final (quizá considere el lector esto un SPOILER, pero yo no lo veo así), pues ¡milagrosamente! no termina en matrimonio, sino con una dama yendo deprisa y corriendo al retrete para vomitar.
Así, sin más.

2 comentarios:

  1. Desconozco la obra de Frank McFair, pero mirando la cubierta que publicas se me ocurre que las portadas de los bolsilibros casi siempre están llenas de símbolos indescifrables escritos con bolígrafo. Creo que es debido a que estos libritos pasaron por muchas manos. Era normal cambiarlos en el quiosco por unas pocas pesetas y cada lector dejaba en él su marca para saber luego si la había leído o no. Lo normal era llevarse un buen montón, más de una docena, por veinte pesetas en total más o menos. Saludos, Alberto, y continuamos con el tema.

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    1. Un amigo de Estados Unidos, el escritor y editor Bill Cunningham, ha compartido en Facebook la portada que posteo aquí explicando más o menos lo que tú dices, Francesc: que este tendría que ser el aspecto de un libro: leído.
      Estos libros tienen tantas huellas en su interior que harían volverse loco al mismísimo Sherlock Holmes...

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Si tienes algún problema para comentar, escríbeme al mail sabadonegroalbacete@gmail.com. Soy Alberto López Aroca
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