lunes, 8 de abril de 2013

ISLA DE LA CALAVERA: Los Tres Dragones de Oro en la Isla de la Niebla


Curtis Garland’s
“Karate vs. King Kong”

Colección Doble Juego nº68, julio de 1983. Cubierta de autor desconocido (de momento)

El recientemente fallecido maestro de la novela de a duro, Juan Gallardo Muñoz (Curtis Garland, Donald Curtis, y una larga ristra de pseudónimos) no deja de sorprendernos.
Si sabíamos de primerísima mano que en su amplísima producción (más de 2.000 títulos) había pasticheado, como buen mitógrafo creativo, con Sherlock Holmes (ver Sherlock Holmes en Rancho Drácula, del presente autor), Drácula, Frankenstein, el Fantasmade la Ópera, los crímenes de la calle Morgue, Fu Manchú, el Hombre Invisible, y todo lo que se le puso por delante a este autor que merece reconocimientos y nuevas ediciones de sus obras, ahora resulta que además, se había aproximado en (al menos) una novela al lugar que servidor de ustedes ha venido en llamar la isla de la Niebla (hagan el favor de adquirir un ejemplar de mi novela Charlie Marlow y la rata gigante de Sumatra, si no lo han hecho aún), y que diversos cineastas han nombrado como Skull Island, la isla del Cráneo... o de la Calavera.

Tres Dragones de Oro




Hasta donde el presente autor tiene conocimiento (y es altamente probable que se equivoque), Juan Gallardo sólo realizó una “serie de personaje” al estilo de los pulps norteamericanos de Doc Savage y La Sombra, o de los españoles El Coyote o El Pirata Negro. Se trata de la serie de los Tres Dragones de Oro, tres budokas (expertos en artes marciales, según nos cuenta Curtis Garland) con sobrados recursos económicos como para tener la vida resuelta, que se dedican a ir por el mundo desfaciendo entuertos. Se trata del algo, guapo, rubio y yanqui Frank Cole (el karateka), la mulata (o negra directamente, no me ha quedado claro) Lena Tiger (la del aikido) y un chino con aspecto de occidental, Kwan Shang (el del kung fu).
En estos momentos no disponemos del Canon de los Tres Dragones, pero sabemos que en la relación que proponemos a continuación, perteneciente a la colección ¡Kiai! de Bruguera, se encuentran todas las aventuras conocidas de nuestros héroes, más una (no sabemos cuál) que no es de la serie.
¡Kiai! (brillante nombre, vive Dios) dio comienzo en 1976, en plena época de las exploitations cinematográficas, y se prolongó durante ochenta números (suponemos que semanales, pero no lo tenemos nada claro) que escribieron, además del maestro Curtis, otros inmensos autores de bolsilibros de la época como Ralph Barby, Lou Carrigan, Clark Carrados, Burton Hare, Ray Lester y Peter McCoy.
Aquí están los títulos de ¡Kiai! escritos por Garland:

9. Tres dragones de oro
15. La máscara Kendo
19. La sombra del samurai
23. La cripta del dios de jade
30. Locura púrpura
34. Los jarrones de la muerte
36. El signo del alacrán
38. Los cruzados amarillos
43. El infierno de bambú
47. Isla de la calavera. Lou Carrigan
51. La noche de «La cobra»
55. Muerte vestida de oro
57. El jardin de los suicidas
61. El ídolo que vive
64. Aquel que dominó el mundo
68. Ajedrez de terror
70. Rosas negras para morir
74. Cinco discos de jade
78. Frío mortal

Algunos de estos títulos fueron reeditados dentro de la extrañísima colección Doble Juego, tambien de Bruguera, dedicada a relatar thrillers de ambiente deportivo. Curtis contribuyó a Doble Juego con títulos tan pintorescos como ¡Penalty! o 
París-Dakar, rally de muerte, y sus contemporáneos nos sirvieron historias que harían temblar a nuestros deportistas modernos, como Su primer tongo, de Lucky Marty; Masacre en el béisbol de Adolf Quibus, o Drogas y... ¡gol!, de Alan Parker.
Creo que los autores se lo tomaron con cierto humor...
Los títulos de los Tres Dragones de Oro reeditados en Doble Juego (en cuya nómina de escritores contó con el por entonces jovencísimo Lem Ryan, quien aprovechó su estancia en esta rara colección para realizar también su propia serie “de personaje”) son los siguientes:

61. Locura púrpura
66. Infierno de bambú
68. Isla de la calavera
71. La noche de «La cobra»
74. Cinco discos de jade
78. Ajedrez del terror

Por suerte para mí y para los aficionados a la mitología creativa en general, “Isla de la Calavera” se publicó dos veces, y es un ejemplar de Doble Juego el que ha caído en nuestras manos.
(Y por el momento, no disponemos de la portada de ¡Kiai! ¿Algún alma bondadosa que nos pueda pasar un buen escaneado o una buena fotografía, por favor?)*




*El amigo Óscar Alarcia nos ha facilitado la portada en cuestión. ¡Aquí la tenéis!




La sombra de Kong

En cuanto a Isla de la Calavera y su argumento... bien, hemos decidido no desvelar nada. O prácticamente nada.
Eso sí: diremos que la novela da comienzo en mitad de una rebelión en un país del África ecuatorial, que hay un barco mercante (se diría que un vapor volandero) comandado por un capitán holandés, que hay chicas guapas, que hay científicos locos, que hay traficantes de armas, que hay marinos rudos y malvados... y sí, está la Isla de la Calavera.
Y un simio gigante. De verdad.
Y tres héroes expertos en artes marciales que reparten jarabe de palo (ver el mítico capítulo titulado “Budokas contra Monstruos”).
Necesitáis leer esta novela.
***
Una cosa más: Garland se aproximó a un tema muy, muy, muy semejante al que se trata (o más bien, “utiliza”) en esta novelita, en otra obra, concretamente en El cráter del terror (colección Tam Tam nº64, agosto de 1983). Y no podemos dar detalles por temor a incurrir en un spoiler. Pero sí diremos que es un homenaje (abierto, abiertísimo) a The Lost World de Arthur Conan Doyle.





Y aún otra nota más: Hay otro “dragón de oro”, que sepamos, que nada (¿o sí?) tiene que ver con nuestros budokas. Es una estatuilla que aparece en El templo de los siete ídolos (Tam Tam nº88, agosto de 1984), otra historia de carácter aventurero y fantástico, protagonizada por el aviador Percy Cole (¿un pariente del karateca Frank Cole?; apostaríamos a que sí), y que se caracteriza por ser, hasta donde sabemos (esperamos vuestros apuntes para que rectifiquemos), la única novela de Juan Gallardo Muñoz donde se menciona al Maestro de Providence, H.P. Lovecraft. Y tampoco daremos detalles porque, una vez más, no queremos destrozaros el final de la historia.
 
 


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