lunes, 23 de octubre de 2023

Micro Reseña 117: Licencia de investigador (Punto Rojo nº533), de Curtis Garland

 

17 de octubre de 2023

En el mes de julio de 1972, Juan Gallardo Muñoz publicó, al menos, siete novelas; de ellas, cinco las firmó como Curtis Garland, y las otras dos eran westerns firmados por Donald Curtis. Está lejos de ser imposible que, precisamente ese mes, apareciera algún título más escrito por Juan Gallardo y publicado por las editoriales Alonso y Rollán.

Tan sólo con estas siete, publicadas todas por Editorial Bruguera, tendríamos un mes de verano magnífico que dedicar al estudio y los intríngulis de la carrera literaria de Gallardo Muñoz. Uno de esos títulos es El manuscrito del Destripador (Servicio Secreto nº1.145), que ya recuperamos en nuestro volumen Jack el Destripador de Curtis Garland. Otro título de ese mismo mes, que ha alcanzado cierto renombre entre los bolsilibreros y curtisólogos, es La Metrópolis (La Conquista del Espacio nº103), que servidor aún no ha leído.

Y también de julio de 1972 es el número 533 de Punto Rojo, Licencia de investigador, un abierto homenaje al hardboiled norteamericano, en cuyo frontispicio encontramos una cita de Ellery Queen hablando de Sam Spade, el prototípico detective creado por Dashiell Hammett.

Nuestro protagonista y narrador es Steve Caine, detective privado de New York que pasa a engrosar la enorme nómina de investigadores creados por Juan Gallardo (supongo que, un siglo de estos, intentaremos hacer un listado). De Caine sabemos todo lo que hay que saber: "No soy un ángel, ni tan siquiera un tipo excesivamente decente. Me gusta el dinero, y he visto siempre los billetes de menor valor por lo que, como humano que soy, no dudaría en hacer un puñado de cosas por ganar más y ver en mi bolsillo un puñado de billetes de mil. Aunque esas cosas no fuesen completamente honestas. Después de todo, uno se harta de ver que los demás no ponen demasiados remilgos en lo que hacen cuando se trata de ganar dinero". A esto hay que sumarle su afición por el alcohol y, sobre todas las cosas del universo, las mujeres bellas.

Y así, ya tenemos un arquetipo con patas y una Walter PP del .32 en el bolsillo. ¿Qué nos falta? La hermosa cliente viuda (rubia despampanante, joven y rica), que asegura haber visto a su difunto marido con una fulana... después de que el cadáver de ese caballero fuese incinerado. Hay mucha pasta para el honrado Steve Caine en lo que parece ser un sencillo caso de confusión de identidad. Pero de sencillo, nada, pues las huellas del "hombre resucitado" llevarán a nuestro detective al Club Vampyr, adornado con rostros de Drácula, murciélagos y luces fantasmales; y luego a la sede de una secta "esotérico zodiacal", comandada por el gurú que se hace llamar Profesor Zodiac, y que en mi opinión, está descrito como una suerte de Charles Manson que, en lugar de un rancho en California, tiene a su "familia" de jovencitas hipnotizadas y drogadas en un lujoso apartamento de Manhattan.

Así, entre pacíficas visitas a funerarias, clínicas privadas y pisos de prostitutas de lujo, Caine se encontrará con algún que otro muerto (ahora sí, bien muerto), con sus amigos del New York Police Department, con matones a los que Caine domina a puñetazo limpio, y... bien, todo lo deseable en un pastiche que, al fin y a la postre, tiene más resonancias de La maldición de los Dain (1929), por el ambiente ocultista que comparte con nuestra novelita, que de El halcón maltés (1930).

Un entretenimiento redondo y gratísimo que se lee con una sonrisa en los labios, una sonrisa que sigue impresa tras el punto final. Y eso es mucho para "una simple novela de a duro".



sábado, 21 de octubre de 2023

Micro Reseña 116: Holocausto para las bellas (West Cameron, o Cameron West, nº2), de Donald Curtis

 

 

 

2 de abril de 2023

Holocausto para las bellas se publicó por primera vez en el nº87 de la colección Agente Federal de Rollán, calculo que hacia noviembre de 1968, o puede que incluso diciembre, pues la obra tiene ambientación más o menos navideña, y termina el día de Navidad. La edición que yo he leído es la segunda (y última, por el momento), aparecida en FBI nº340 de Editorial Andina (1984), con una portada reciclada, mutilada y encajada en el antiestético diseño de Bolsilibros EASA. La portada original de 1968 (¿de Prieto Muriana, quizás?) es infinitamente más hermosa, tal y como señala el compañero Alberto Sánchez Chaves en su entrada sobre Agente Federal en su blog La memoria del bolsilibro (16 de marzo de 2020).


Estructuralmente, esta novela es casi idéntica a la muy posterior Melodía asesina (que acabo de leer): West Cameron (o Cameron West, que nunca queda del todo claro), un agente del FBI duro, que parece que va por su cuenta, sale a la palestra a ayudar a su amigo, un sargento de Homicidios de la Policía de New York. Hay un psicópata asesino matando a mujeres esculturales a golpe de cincel… y la pasma neoyorquina no logra encontrarse el culo con las dos manos. Y aquí entra el experimentado Cameron, que como él mismo dice, no es más inteligente que otros, pero sí más terco. Y poco ortodoxo. Así que tendrá que pasar por los estudios de escultores de Greenwich Village, entrevistarse con las hermosísimas y exhuberantes modelos que pueden ser blanco de esta "especie de Jack el Destripador" (en palabras de Cameron), y con un montón de beatniks que, en 1968, ya estaban un poco trasnochados, pues los hippies les comían el terreno rápidamente con sus flores, sus pies negros, sus chicas promiscuas y la música de la Familia Manson, que por aquel entonces era un pacífico grupo de melenudos establecido en el Rancho Spahn, en Los Ángeles.

La historia es simpática y está bien escrita, como siempre sucede con Curtis, pero no tiene el altísimo nivel de otras obras suyas, anteriores y posteriores. Lo cual no quiere decir que servidor no se declare fan de West Cameron.

Una nota bastante curiosa es que, según aprendimos gracias al gran Juan Castillo y su mítico blog Bolsilibros: Novela popular de Kiosco, Cameron había aparecido previamente en Los alucinados (FBI de Rollán nº927, publicada también en 1968); de modo que este título y el que tratamos aquí forman un pequeño díptico, cosa escasa en la amplia obra de Juan Gallardo Muñoz. (Por supuesto, hay otros ejemplos, como las celebérrimas novelas La muerte elige y Cerco de sombras, ambas de 1953, y con las que Juan Gallardo Muñoz comenzó su periplo bolsilibresco; o las aventuras del justiciero enmascarado del Far West llamado "El Ángel", que aparece en Cuando cabalgan los muertos y ¿Quién es el Angel?, de 1984).

 

viernes, 20 de octubre de 2023

Micro Reseña 115: Quema el asfalto (Punto Rojo nº1135), de Curtis Garland

 

12 de abril de 2023

Una aproximación pastichera a Harry el Sucio, en este caso encarnado en el implacable Ross Ingram y su Magnum .44.

Ingram es un detective del NYPD (New York Police Department) totalmente pasado de rosca, tanto que cuelga el uniforme tras volarle los genitales a un violador reincidente de un disparo. Ya saben, "entregue la placa y el arma" y otros grandes éxitos. Pero Ross Ingram, recién devuelto al mundo de paisano, recibe una oferta de un multimillonario para encargarse de "algo" y rápidamente se larga a Los Ángeles para acabar con el imperio de la droga de Los Siete (un número mágico garlandiano, como podrá apreciar cualquiera que examine los títulos de su bibliografía: Siete horas, La carta número siete, El enigma de los siete muertos, Los siete del miedo, El templo de los siete ídolos, Siete tumbas, etc...). Muy divertida, como todas las policiales de Curtis Garland de su etapa ochentera. Da la sensación de que improvisó mucho, porque hay un puñado de personajes secundarios que parece que van a hacer algo, pero luego no, como el poli de Los Ángeles o la hijastra del millonario que contrata a Ross Ingram. Un tanto ingenua, en muchos aspectos, y muy canónica en sus personajes femeninos, como la stripper corista de corazón de oro (encerrado bajo un descote despampanante que bla bla bla...).

 

Publicada en febrero de 1984 con una efectiva y bonita portada genérica de Antonio Bernal, que quizá ya había aparecido por ahí, en algún otro bolsilibro. Pero da igual. Funciona, que es lo que hace falta.

jueves, 19 de octubre de 2023

Micro Reseña 114: Lluvia sobre mi cadáver (Punto Rojo nº887), de Curtis Garland

 

17 de septiembre de 2023

La prometida de Douglas Rosefellow, joven heredero de una multimillonaria familia de la 5ª avenida de New York, acaba de ser brutalmente asesinada. Igualito, igualito que otra muchacha un año antes, una chica que había mantenido relaciones con Douglas. Ambas habían muerto bajo la lluvia, ambas a manos de criminales vulgares, de acuerdo con la policía. Pero Rosefellow piensa que hay algo más siniestro detrás de este asunto pues, por una parte, él sólo heredará la fortuna familiar, actualmente en manos de su severa madre, cuando contraiga matrimonio... siempre y cuando Douglas demuestre que está mentalmente sano.

Y la verdad es que Douglas... en fin, tiene sus manías, sus obsesiones, sus desmayos, sus ataques de pánico cuando escucha el sonido del trueno, sus curiosas amistades (como el dueño de una librería especializada en satanismo y magina negra), su clarísimo gafe con las novias y... Bien, la policía no le hace mucho caso cuando afirma una y otra vez que la lluvia tiene algo que ver con ambos asesinatos.

Así que, Douglas encuentra al azar el nombre de un detective, H. R. Normand, y al despacho que se va, a contratar a alguien duro, con recursos, profesional, implacable, inteligente, armado y con conocimientos de judo, karate y kung fu y lo que haga falta.

A Douglas lo atiende la espectacular pelirroja Honey, secretaria del detective, que toma nota en nombre de su jefe, escucha los desvaríos del cliente y, finalmente, acepta el caso. Pues Normand es Honey R. Normand, detective privada en un mundo de hombres que (etc., etc.).

Y desde aquí, saltaremos junto con el amigo de Honey, el periodista Clay Malone, a un desfile de pistoleros, exhuberantes actrices promiscuas, secretos familiares, conspiraciones y pizza en Angelo's.

Divertido, entretenido y correctísimo título aparecido en abril de 1979, en el que, una vez más (recordemos a la joven Vivian de La muerte ríe de noche, por ejemplo), Juan Gallardo Muñoz demuestra que las chicas también saben deducir, manejar un Colt (eso sí, pequeñito) y repartir estopa a base de bien. Recomendado para leer con el sonido de la lluvia de fondo, claro está.

La portada de Miguel García es buena, pero también es genérica y no se corresponde con ninguna escena de la novela que yo recuerde.

miércoles, 18 de octubre de 2023

Micro Reseña 113: La muerte ríe de noche (Punto Rojo nº950), de Curtis Garland


 

16 de septiembre de 2023

Me he zampado esta novelita en dos o tres sentadas, en el margen de 24 horas, lo cual es bueno. Lo que no es tan bueno es que no resista la comparación con La muerte que ríe (1985), del mismo autor y casi homónima. Es el problema de haber escrito casi 2.000 novelas: que las mejores se comen a las otras. O quizá eso no sea un problema, sino todo lo contrario.

El escritor neoyorquino Barry Scoffield, experto en misterios detectivescos literarios y continuador de Conan Doyle, Agatha Christie, Earl Derr Biggers y otros muchos, descubre en La muerte ríe de noche que, al contrario de lo que pensaba, los crímenes reales pueden ser tan absurdos, retorcidos, enmarañados e irresolubles como los de sus existosas ficciones. (Scoffield, por supuesto, pasa a engrosar la plantilla de nuestra Biblioteca de Babel, aunque no conocemos el título de ninguna de sus obras, ni siquiera de las más famosas).

Una noche, durante la cual el escritor y su bellísima y riquísima (en todos los sentidos) esposa están discutiendo civilizadamente los términos de su separación (por puro desamor o desapego), suena el timbre de la puerta. Scoffield va a abrir y se encuentra con el teniente Morgan Fry del Departamento de Homicidios de New York. Está allí porque una llamada anónima ha avisado del asesinato de la señora Scoffield. Barry se echa a reír, deja entrar al sabueso y procede a mostrarle a su ilesa mujer. Sin éxito, pues Sheila Scoffield se halla veinticinco pisos abajo, en mitad del asfalto, convertida en papilla. O ha saltado, o se ha caído, o la han empujado por encima de la baranda de la terraza.

El misterio está servido, y el hecho de que al mismo tiempo, en el piso inferior, se estuviera celebrando una fiesta de disfraces a la que había asistido un desconocido ataviado con máscara y traje de Jolly Joker, el comodín de la baraja francesa, lo complica todo. Cualquier solución lógica al misterio, más allá de que Barry haya matado a su mujer para heredar su fortuna, resulta mucho más increíble, improbable, que la de la más floja de las novelas de Scoffield.

Lo que el lector no puede saber, claro está, es que la verdadera solución, la real, es todavía más inverosímil. Y ahí está el gran Curtis Garland para hacernos tragar lo intragable, sin darnos ni tan siquiera un vasito de agua o un poco de respiro para que nos hagamos a la idea de que esta historia va a ser un auténtico disparate. Cosa que, por otro lado, importa poco, pues nos ha llevado a través de 96 páginas en las que el protagonista y narrador resulta ser un detective amateur incompetente, y el único Sherlock Holmes (en palabras de Scoffield) de la historia es la joven, guapa, atractiva, inteligente, intrépida, hábil, dispuesta y apasionada vecinita de Barry, Vivian, que ha leído todas las novelas del autor y permiso para salir de casa a altas horas de la noche.

Muy entretenida novela de Juan Gallardo Muñoz, con una impresionante portada de Jorge Sampere, en la que collagea con una carta del tradicional comodín. Se publicó en julio de 1980.