12 de abril de 2023
Una aproximación pastichera a Harry el Sucio, en este caso encarnado en el implacable Ross Ingram y su Magnum .44.
Ingram es un detective del NYPD (New York Police Department) totalmente pasado de rosca, tanto que cuelga el uniforme tras volarle los genitales a un violador reincidente de un disparo. Ya saben, "entregue la placa y el arma" y otros grandes éxitos. Pero Ross Ingram, recién devuelto al mundo de paisano, recibe una oferta de un multimillonario para encargarse de "algo" y rápidamente se larga a Los Ángeles para acabar con el imperio de la droga de Los Siete (un número mágico garlandiano, como podrá apreciar cualquiera que examine los títulos de su bibliografía: Siete horas, La carta número siete, El enigma de los siete muertos, Los siete del miedo, El templo de los siete ídolos, Siete tumbas, etc...). Muy divertida, como todas las policiales de Curtis Garland de su etapa ochentera. Da la sensación de que improvisó mucho, porque hay un puñado de personajes secundarios que parece que van a hacer algo, pero luego no, como el poli de Los Ángeles o la hijastra del millonario que contrata a Ross Ingram. Un tanto ingenua, en muchos aspectos, y muy canónica en sus personajes femeninos, como la stripper corista de corazón de oro (encerrado bajo un descote despampanante que bla bla bla...).
Publicada
en febrero de 1984 con una efectiva y bonita portada genérica de
Antonio Bernal, que quizá ya había aparecido por ahí, en algún otro
bolsilibro. Pero da igual. Funciona, que es lo que hace falta.
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