Un blog de micro reseñas bolsilibrescas realizado por Alberto López Aroca, mitógrafo creativo y escritor
miércoles, 31 de julio de 2013
Micro Reseña 61: "Ellos, los muertos", Charles Mitchell
"Ellos, los muertos", de Charles Mitchell (Carlos Miguel Martínez, Servicio Secreto nº219, Bruguera, hacia 1954; portada de Jaume Provensal Baus -gracias a Antonio Guerrero González por esta información-. También en Selecciones Servicio Secreto nº18, Bruguera, enero de 1963. El amigo Antonio Guerrero sugiere que es de Desilo).
Me ha sorprendido muy gratamente, al tiempo que me ha impresionado, esta vieja novela de serie negra (negrísima) de Bruguera. Se trata de un policial escrito y publicado hacia 1954, y debo decir que está a la altura, si no de Hammett y Chandler, al menos sí de algunos contemporáneos americanos e ingleses de los anteriores, como James Hadley Chase, Ross MacDonald o Gil Brewer.
"Ellos, lo muertos" se abre con el siguiente párrafo:
"Max Corrigan, físicamente, nunca fue un sujeto agraciado, pero el día que lo extrajeron flotando del Hudson con la carne podrida y agujereada a balazos, ni aun su propia madre hubiera sido capaz de reconocerlo. Aplastado contra el grasiento pavimento portuario de Jersey City como una medusa gigante, el cuerpo formaba a su alrededor un pequeño charco de agua y lodo. Uno de los policías, inclinado sobre el cadáver, se entretuvo en librarle las muñecas sujetas a la espalda con alambres. Luego le dio media vuelta, incorporándose rápidamente con la mano puesta sobre la nariz".
Esto, escrito en España por un español en 1954, me deja de piedra. Por la violencia implícita y explícita, por la crudeza (que se aproxima al gore) de la descripción, por el exquisito gusto de exponer no sólo los aspectos visuales, sino también olfativos del cuerpo encontrado en las aguas del Hudson.
Y esto no es más que el comienzo de la odisea del agente de policía y veterano de la II Guerra Mundial Theodoro W. Martin, un nada amable (y sí muy realista) tipo duro que anda por ahí abofeteando damiselas sospechosas y corredores de apuestas, y que decide vengar la muerte de su amigo Corrigan (otro veterano, además de pintor reconocido -y manco, tras la guerra-, que se metió en asuntos turbios).
Es éste un relato brillante que, repito, podría haber aparecido en la famosa colección de Serie Negra de Bruguera Libro Amigo y habría colado como una obra publicada originalmente en un Black Mask o en alguna otra publicación pulp norteamericana.
Mitchell, además, hace gala de un conocimiento wikipédico del gangsterismo, el argot y la geografía neoyorquina que me ha hecho pensar si Carlos Miguel Martínez no vivió durante un tiempo en Manhattan, y si no fue así, me gustaría mucho saber de dónde diablos sacó toda esa información en una época en que Internet no era ni tan siquiera una entelequia.
Pienso buscar la decena de novelas que este autor publicó en Bruguera, leerlas y reseñarlas y, ya puestos, reivindicar el trabajo de este brillante fotógrafo (en este blog encontrarán ustedes información sobre su vida y obras) que durante un tiempo fue escritor de novelas de a duro.
Si encuentran un Mitchell en un mercadillo, por favor, ¡no se lo piensen! Adquiéranlo. Léanlo. Y pregúntense por qué no existen ediciones modernas de estas obras fundamentales.
El argumento recuerda al de una película de Humphrey Bogart estrenada en 1947 y titulada Callejón sín salida (Dead Reckoning). Como decíamos hace unos días, los bolsilibros deparan auténticas sorpresas con grandes autores que no figuran en ninguna historia de la literatura española. Imagino que porque no tenían coartada intelectual para ello ni tampoco hacían mucha gracia a las autoridades políticas o académicas.
ResponderEliminarEl tópico, cuando se habla de las novelas de a duro, es que eran literatura basura, que los autores eran unos muertos de hambre, y que como mucho se hacían plagios de obras norteamericanas e inglesas.
EliminarEn realidad, lo había era mucho oficio y mucho amor por el fascinante trabajo de crear historias. Hubo plagios y autores que no tuvieron suerte, pero también hay obras realmente originales y de gran calidad que merecerían mejor suerte (y nuevas ediciones) y autores que hicieron dinero o, cuando menos, vivieron de su pluma.