El lago de
Satanás, de Silver Kane
(Francisco González Ledesma; Punto Rojo nº311, Barcelona: Bruguera, abril de
1968; portada de Miguel García).
Cuando aireé hace unos días El lago de Satanás en
el grupo Bolsilibros de Facebook, expliqué que en esta novela aparecía
Silver Kane como personaje, y nuestro amigo y compañero Alex Stark apuntó otro
título más para la lista: En el reino de los muertos (Punto Rojo nº365,
1969), del que el señor Stark dice que “esta es, para
mí, una de las mejores obras de Silver Kane que debería ser llevada al cine
antes o después; lo truculento de su planteamiento daría para una buena peli de
terror” (Stark en Bolsilibros, 15 de abril de 2015).
De todo esto extraigo varias
conclusiones: una, que es muy probable que Silver Kane, el autor-personaje,
aparezca en más novelas de González Ledesma (será de agradecer cualquier
aportación en este sentido); y segunda (que es consecuencia de la primera), que
quizá vaya siendo hora de esbozar una biografía de ese Silver Kane que puebla
las páginas de las novelas: a fin de cuentas, en La dama y el recuerdo
(Planeta, 2010), aparece un antepasado suyo: Silver Kane, director de un viario
del viejo Oeste, el Jackson Independent Journal...
(Actualizamos: el amigo Albert Díaz Salinas, bolsilibrólogo, nos apunta que Kane también aparece en Semana negra, Servicio Secreto nº306, 1956... ¡antes que en Recuérdame al morir!)
***
El lago de Satanás se abre
con el Silver Kane escritor que retoma el oficio de periodista y nos habla
sobre las “serpientes de mar” que aparecen durante los veranos en la prensa, y
cuenta el caso del Monstruo del Lago Ness y, curiosamente, el de otro monstruo
de lago que es el que nos lleva a la aventura: en este caso se trata de una
mujer mono anfibia (sí: estoy siendo correcto y preciso en la descripción) y
según nos cuenta Silver Kane, se trata de un hecho real que él mismo investigó,
aunque se tomó la molestia de cambiar nombres y localizaciones para evitarse
problemas.
Y... si no quiero destripar esta
novelita (salvo mencionar el hecho de que buena parte de ella está narrada por
medio del recurso del “manuscrito encontrado”, y encima con voz femenina, tan
poco presente en los bolsilibros), tendré que dejar las cosas como están y no
decir ni una palabra más al respecto. Será mejor que el lector la busque y
descubra por sí mismo las truculencias ciencia-ficcioneras que contiene, y que
sea capaz de resolver por sí solo “el misterio del cadáver en la panza del
plesiosaurio”.
Sólo puedo añadir que a mi ejemplar
le faltan las páginas 103-104, y aun así, la he terminado y no me he perdido.
Muy buena novela precursora de la serie Selección Terror de Bruguera.
¡Bravo, maestro; te echamos de
menos!